Daros por bienvenid@s a mi blog, un lugar donde la necesidad de comunicarme se vuelve importante.
Me encuentro en un punto que podría llamarse "en donde estoy", desde el cual aflora mi deseo de contar que me sucede en mi caminar (aprendizajes, busquedas, encuentros, música, relatos, regalos, viajes, sentimientos, logros laborales...), sin olvidarme de cómo se van resolviendo conflictos, dudas y valores.
El tema principal de este blog, como su título indica, es la consciencia canina. Siento la necesidad de desatar una venda y de encender una vela.
Creo en una convivencia real entre espécies animales, en este caso entre humano-perro, atendiendo a sentimientos claros y mente lúcida. Con la intención de favorecer una "actualización de estado" relacional con un animal que nos lleva acompañando varios siglos, y que la ciencia que se ocupa del estudio de su naturaleza, nació hace apenas 150 años.
Con todo esto doy el "pistoletazo de salida" a este blog.

lunes, 3 de diciembre de 2012

El papel del dolor en la agresividad de los perros, a examen.

Investigadores de la Facultad de Veterinaria de la UAB han estudiado una de las principales causas de la agresividad en perros, el dolor. Los resultados muestran que la experiencia previa al dolor vivida por el animal es un factor determinante en la expresión de esta agresividad, existiendo dos formas diferentes. Por un lado, aquellos perros que ya eran agresivos antes del dolor han incrementado la intensidad y frecuencia de la agresividad manteniéndola en las mismas situaciones que antes del dolor. En cambio, aquellos que no lo eran, se muestran agresivos sólo cuando se les intenta manipular.
 
Referencias:
"Pain-related aggression in dogs: 12 clinical cases" Tomás Camps, Marta Amat, Valentina M. Mariotti, Susana Le Brech, Xavier Manteca. Journal of Veterinary Behavior: Clinical Applications and Research
Volume 7, Issue 2, March–April 2012, Pages 99–102

La agresividad canina es un problema multifactorial, hecho que determina su elevada variabilidad individual. Algunos de los factores que determinan el comportamiento agresivo son: las condiciones en las que se encuentra la madre durante la gestación, la manipulación del cachorro durante el período neonatal, la edad al destete, las experiencias del animal durante el período de socialización (de especial importancia), la dieta, el ejercicio, la genética, el manejo en la edad adulta (por ejemplo las técnicas de aprendizaje basadas en el castigo activo predisponen a la aparición de conductas agresivas), la presencia de patologías en el animal, etc.

Existen multitud de patologías que pueden inducir, o agravar, un problema de agresividad. Entre ellos el dolor es especialmente importante. El objetivo de este estudio restrospectivo fue caracterizar la agresividad por dolor en perros. Concretamente se intentaban describir cuáles eran los contextos más frecuentes en los que se daba la agresividad, cuál era la postura más característica, el blanco más frecuente de los ataques y la presencia de impulsividad, entendiéndose por impulsividad como la ausencia de señales previas al ataque. Hasta el momento no se había descrito en ningún trabajo similar.

Se incluyeron 12 perros (11 machos y 1 hembra) que fueron atendidos por el Servicio de Etología de la Fundació Hospital Clínic Veterinari de la Universitat Autònoma de Barcelona. Todos fueron diagnosticados de agresividad por dolor, siendo la displasia de cadera el problema más frecuente como la causa del dolor.

Según nuestros resultados podemos sugerir que existen, al menos, dos patrones diferentes en la expresión de la agresividad por dolor, dependiendo de si el perro había sido agresivo antes del inicio del problema de dolor. Se pueden, por lo tanto, diferenciar dos grupos. Por un lado los perros que ya eran agresivos antes del inicio del dolor (por otras causas) y los que no lo habían sido nunca. Los perros que eran agresivos antes de el dolor lo eran hacía sus propietarios en contextos competitivos (tales como retirar la comida, desplazar al animal de la zona de descanso, obligarlo a hacer algo, etc.)

Los resultados más relevantes mostraban que los perros que ya eran agresivos antes del inicio del dolor intensificaban la intensidad y la frecuencia de los ataques en los mismos contextos (o similares) en los que ya se mostraban agresivos. Por el contrario, los perros que nunca habían sido agresivos antes del inicio del dolor eran más agresivos en contextos en los que se les intentaba manipular. Este resultado podría explicarse, por un lado, porque los propietarios de animales agresivos serían más reticentes a tener contacto con su perro. El resultado no excluye que un animal que presenta agresividad por dolor no se muestre agresivo si es manipulado, todo lo contrario, sin embargo es menos probable que se dé la situación. Por otro lado, está bien documentado que el dolor induce una respuesta de estrés en el animal. El estrés disminuye el umbral de agresividad. Es decir, situaciones en las que antes en animal se mostraba poco agresivo o, incluso, no reaccionaba de forma hostil ahora podrían desencadenar una respuesta agresiva. El dolor y el estrés aumentarían la irritabilidad del animal y, por lo tanto, facilitaría que se mostrara más agresivo en las situaciones en las que ya lo hacía anterioridad o en situaciones nuevas.

El segundo resultado interesante muestra que los perros que no eran agresivos antes de que empezara el dolor, sino que eran más impulsivos. Es decir atacaban sin dar señales previas. Este resultado podría estar íntimamente relacionado con el anterior. Cuando el perro con dolor es manipulado reaccionará agresivamente con rapidez para evitar más dolor, siendo difícil para el propietario prever dicho ataque ya que el animal mostrará muy pocas señales previas (como, por ejemplo, el gruñido).
 
De nuevo, el propietario de un perro no agresivo antes del inicio del dolor será más confiado con su animal y, con más probabilidad, se verá involucrado en contextos en los que manipule al animal.
 
Finalmente, los animales que ya han sido agresivos anteriormente, habrán tenido la oportunidad de aprender qué estrategias de conducta le son útiles para evitar un daño potencial. Dicho en otras palabras, el animal puede haber aprendido a modular su respuesta, por ejemplo, gruñendo consigue que el peligro (por ejemplo un propietario que se está acercando para tocar una zona dolorida) se aleje y, por tanto, no sea necesario llegar a morder para conseguir evitarlo.

En conclusión, nuestros resultados sugieren que la experiencia previa del animal es un factor determinante en la expresión de la agresividad por dolor y que existirían, al menos, dos patrones de expresión diferentes. Además, recalcan la importancia del diagnóstico y el tratamiento del dolor ya que puede tanto causar un problema de agresividad como empeorar uno preexistente.


                                                                                                                                Tomàs Camps Morey

 

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