El Canon de Morgan
La ley de la parsimonia o parquedad de 1894 (a menudo llamada “Canon de Lloyd Morgan”) se aplica en Psicología Animal y establece que “una acción no se debe interpretar como resultado del ejercicio de una facultad psíquica superior si puede interpretarse como el resultado del ejercicio de una actividad psíquica inferior en la escala psicológica” (Boring, 1950/1983).
La máxima era no atribuir procesos mentales complejos a los animales cada vez que fuese posible explicar su conducta en términos más simples, y tener cuidado en las inferencias hechas a partir de la conducta animal, tratando siempre de encontrar la explicación “más simple” al fenómeno observado.
El contexto en el que Morgan plantea su ley se encuadra en una reacción a la corriente antropomórfica iniciada por Romanes, de atribuir “demasiada” inteligencia a los animales.
Morgan siguió la misma aproximación metodológica que Romanes, observando la conducta de los animales y tratando de explicarla por medio de un examen introspectivo de sus propios procesos mentales.
Más simple según Morgan
¿Qué sería para Morgan una explicación “más simple”? Por ejemplo, en términos de instinto y de asociación. En “Habit and instintc”, el aprendizaje para Morgan se explica por asociaciones dentro del tipo de conducta de ensayo y error y no por percepción de relaciones como en el caso humano.
Distingue reacciones innatas y reacciones adquiridas en los animales y admite la imitación como fuente de adquisición de experiencias
Es decir, Morgan inicia una consideración del estudio psicológico como un proceso que emplea dos tipos de inducciones: la introspección retrospectiva, es una inducción a partir de los datos subjetivos, y una segunda inducción más objetiva, basada en la observación de los fenómenos externos.
A partir de ambas, se interpreta la conducta y actividad de los otros en términos de su supuesta experiencia subjetiva. La vida mental del otro es una hipótesis contrita por el psicólogo a partir de su vida mental propia.
Su método era semi-experimental, bajo condiciones regularmente controladas y rigurosamente preparadas, lo cual a nivel metodológico supuso un gran avance para el desarrollo posterior.
Morgan reconoce y señala cierta predisposición en el ser humano para atribuirles estados mentales a los animales para predecir sus comportamientos.
Más simple según Premack y Woodruff
Heye explica que el argumento de parsimonia se ha ofrecido como respuesta a la respuesta a la pregunta de Premack y Woodruff, que declararon que “El mono sólo puede ser mentalista, no es suficientemente inteligente para ser conductista”.
En ese sentido sería una aplicación de la ley de parsimonia diferente de la enunciada por Morgan, ya que se considera que en este caso lo que es más simple es la opción mentalista, por encima de la conductista: Es mejor preferir que lo que hacen los primates es una interpretación mentalista que otros métodos conductistas de predicción del comportamiento.
En este caso “más simple” significaría “más simple” para ellos (los primates).
El problema de este argumento en opinión de Heyes radica en que no hay una razón suficiente para suponer que el uso de la teoría de la mente requiere menos inteligencia por parte del animal. Ni la inteligencia ni la simplicidad pueden medirse de una forma razonable.
Heyes plantea por qué no considerar como alternativas a la teoría de la mente las asociacionistas o cognitivistas, más que las conductistas (como supuso Morgan), siendo que aquéllas alternativas no asumen que los chimpancés sepan algo sobre los procesos que usan para predecir el comportamiento social de los demás. Sólo la teoría de la mente considera que los estados mentales y el conocimiento de dichos estados es la información de base que se utiliza en la interacción social.
En segundo lugar, incluso si pudiese demostrarse que la teoría de la mente demanda menos inteligencia o fuese más simple que las otras alternativas, esto no sería suficiente para justificar su preferencia sobre las otras explicaciones.
La idea de que las explicaciones más parsimoniosas son mejores porque apelan a la uniformidad de la naturaleza está lejos de ser aprobada. Y habría que demostrar por qué un proceso más simple es más probable que otro más complejo. (Sober).
Más simple según Dennent
Heyes destaca una segunda línea de argumentación utilizada, en la que “más simple” significa “más simple” para nosotros (los humanos).
Dennett ha argumentado que tomar “la actitud intencional” hacia los animales (caracterizar su comportamiento en términos de estados intencionales de los actores) puede tener ventajas prácticas para predecir y explicar su conducta. Afirmó que para los etólogos de campo que hacen observación de animales en sus ambientes naturales, la actitud intencional es más fácil de usar que los lenguajes del conductismo o del tratamiento de la información.
En opinión de Dennent, continuamente se niega la posibilidad de que los animales no humanos tengan estados mentales como creencias, o que realicen procesos inferenciales (teóricos o prácticos), aunque para él los mecanismos mentales complejos podrían ser, de hecho, los mecanismos mínimos para explicar la actividad de un animal.
En ese sentido, las explicaciones de la teoría de la mente serán preferibles a las alternativas no mentalistas porque nos resulta más fácil entenderlas, es decir por su potencial metodológico.
Como resalta Heyes, si bien metodológicamente es legítimo que los etólogos de campo que hablen y hagan consideraciones acerca de los animales como si hubieran estados mentales determinados, o más sencillas de comprender estas explicaciones para algunas personas que no están familiarizadas con la teoría del aprendizaje asociativo y la psicología cognitiva, se trata de un argumento débil, pues esto no justifica suponer que es más racional preferir las teorías más simples de entender.
La versión psicologista de la “navaja de Ockham”
El Canon de Morgan puede entenderse como la versión psicologista de la “navaja de Ockham”, formulada en el siglo XIV por el filósofo inglés Guillermo de Ockham: “los entes no deben ser multiplicados si no es necesario”.
Si tenemos dos modelos científicos para explicar un fenómeno, aquel que sea más “sencillo” será digno de mayor consideración.
Entre las críticas que pueden hacerse a este argumento, podemos aducir que debería ser la comprobación experimental la que ha de decidir entre los dos modelos. Pero, en muchas ocasiones, la complejidad del fenómeno a estudiar impide una eficaz comprobación empírica, no se pueden falsar las hipótesis a priori.
Además, habría que aclarar qué se entiende por “el modelo más simple”. ¿Se trata de una cuestión de mínimo de variables? ¿Y si la explicación incluye una sola variable pero de gran complejidad inherente?
Como señaló Einstein, a veces no es suficiente con que sea la explicación sea la más simple, sino que tiene que ser suficientemente explicativa: “A duras penas se puede negar que el objetivo supremo de toda teoría es convertir a los elementos básicos en simples y tan pocos como sea posible, pero sin tener que rendirse a la adecuada representación de un sólo dato de la experiencia. Simple, pero no más simple.” En el infinito abanico de explicaciones posibles, no está claro que la más simple sea la mejor. La opción más elegante también es una cuestión de opinión.
Como Heyes apunta, este argumento de la explicación más parsimoniosa puede utilizarse tanto para apoyar las hipótesis mentalistas como las no mentalistas. Pero más allá de argumentos débiles, lo que se requiere es poner en marcha más experimentos que permitan contrastar precisamente estos dos tipos de explicaciones, con tests y condiciones de control que permitan descartar una opción u otra, considerando las opciones alternativas a la teoría de la mente no han de ser conductistas necesariamente.
Para esto él recomienda hacer ensayos experimentales, ya que la sola observación, aunque pueda ser sugestiva, no permite discriminar qué está teniendo en cuenta el animal, y propone por ejemplo métodos de triangulación, basados en discriminación condicional seguida de test de transferencia.
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